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lunes, 25 de abril de 2016

Un abrazo entre el campo y las ciudades: la marcha por el agua y la vida en Guatemala

La marcha por el agua y la vida produce y abre un campo de posibilidades, desde la autodeterminación, hasta la emoción. Son múltiples los hilos que dan forma a esas diversas maneras de como las comunidades indígenas por siglos se han hecho cargo de que la vida sea posible a partir del gobierno y regulación del uso de la tierra comunal y del agua. Varios de nosotros conocemos de las inumerables jornadas de k’ax k’ol que las comunidades realizan para limpiar los nacimientos de agua, para reforestar, para lavar los pozos de captación, para reparar las tuberías que se rompen, así como de las fiestas amenizadas con marimba para la inauguración de los proyectos de entubamiento de agua. En muchas otras comunidades, los ríos y los lagos son parte fundamental para que sus sistemas de producción agrícola y para su vida misma sea posible, de tal manera que las comunidades organizan estrategias de cuidado y autorregulación de sus fuentes de agua, porque no sólo fertilizan la tierra, sino que también dan vida a los peces que después sirven para la alimentación familiar. Conocemos también de las innumerables gestiones que muchos barrios urbanos populares realizan para que su servicio de agua funcione, por ejemplo se organizan si necesitan poner bombas para que el agua llegue a las casa, o se reúnen para hacer horarios de uso del agua. Si pensamos desde esos lugares podremos comprender la tan emocionante y poderosa marcha del agua, que salió desde Tecún, Umán y Purulhá, en la que marcharon mujeres, hombres, niñas, niños, ancianos, ancianas. En suma: comunidades que luchan por defender el uso soberano del agua, que denuncian el desvío de ríos, que alegan la contaminación de las industrias cuando mandan sus desechos y matan a los peces,como el caso del río La Pasión. Desde la frontera con México y la Verapaces recorrió el país la marcha, se detuvo por varios pueblos que históricamente han trabajado comunalmente para mantener sus fuentes de agua, por reforestar los bosques. Así la marcha del agua y la vida abre la historia con la fuerza que es empujada por las comunidades que vienen acompañadas de música, de multicolores güipiles, de sombreros, de pancartas escritas en petates. Fueron recibidos por los barrios y los habitantes de de la ciudad de Guatemala, muchos de ellos son mujeres y hombres que también vivieron en comunidades y tuvieron que migrar a la ciudad. La marcha por el agua y la vida representa un poderoso momento de articulación política entre varias comunidades y los barrios populares de la ciudad, presenciaremos un emocionante abrazo entre las comunidades, las organizaciones campesinas, las autoridades ancestrales, los niños que dejaron las escuelas, las mujeres de los mercados populares que salen a dar comida a quienes vienen caminando. Propongo que pensemos la significación material y simbólica que la marcha tiene. Un primer aspecto es que se nos está presentando como serpiente humana que tiene varias cabezas y que enuncia un rechazo absoluto al extractivismo y al despojo de las tierras y las aguas; en ese sentido, la marcha en sí misma exhibe las coordenadas del antagonismo sociopolítico en Guatemala que están contenidas por el abierto enfrentamiento entre las comunidades indígenas que se defienden de las empresas extractivas que se encuentran aliadas al Estado Guatemalteco. En otro nivel representa la necesidad que tenemos los pueblos por deliberar e intercambiar sobre las formas acotadas que históricamente se ha producido; de tal manera que cada comunidad tiene sus formas locales de cómo quiere regular y administrar su agua. La marcha del agua entonces, representa para las autoridades comunales indígenas, y para todos en general un desafío de pensar para nosotros mismos como nos apoyamos desde nuestras singularidades política de cómo organizamos el agua. Este desafío puede ser pensado bajo el siguiente cuestionamiento: ¿Cómo entre todas y todos cuidamos el agua, pero respetando las estrategias que cada comunidad ha creado?. Por ejemplo, sería interesante que las comunidades campesinas de la Costa Sur nos contarán sus estrategias de producción de agua; que las comunidades de Sololá nos ilustren sobre la manera de cómo autorregulan sus fuentes de agua; o que las comunidades de San Miguel Ixtahuacán reiteren la manera de cómo la Mina Marlin contaminó el agua, y así ir sumando elementos para construir un mapa de las formas locales de cómo podemos recuperar, mantener y autorregular la fuentes de agua. La marcha del agua y la vida, además de producir que la ciudad y el campo se abracen, también nos lleva a pensar entre nosotros mismos como comunidades sobre las formas autónomas acotadas que cada territorio usa para luchar contra la mercantilización del agua. En el horizonte aparecen iniciativas de regulación legal del uso del agua, si ese camino se cultiva, entonces han de ser las comunidades y los pueblos quienes pondrán los términos y los límites para que las empresas y el Estado no decidan sobre las fuentes de agua. Gracias a quienes caminan en la marcha, porque pusieron en el centro de nuestras preocupaciones lo que realmente nos importa: cuidar nuestra vida, cuidar la riqueza de la vida expresada en el agua, mostrarnos que la autodeterminación política pasa por el control de nuestras fuentes de agua. Texto publicado en Prensa Comunitaria

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