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martes, 6 de agosto de 2013

Milpa Alta, territorio verde presionado por los fraccionadores y la modernidad

Los nueve pueblos de la demarcación acusan abandono de la actividad agrícola, la extracción de agua y el robo de madera, pero también cuentan con tradiciones, orgullo y organización comunitaria para su defensa.
San Pedro Atocpan, Milpa Alta. En las calles empinadas de San Pedro el aroma a mole pica en la nariz; el panorama es, en general, verde. A lo lejos se ven los montes donde en abril, las autoridades cerraron 13 aserraderos clandestinos en un espectacular operativo. Los problemas de territorio que atraviesan los 12 pueblos de la delegación Milpa Alta no brincan tanto a los noticieros como los aserraderos, pero mantienen a la gente en alerta. “Tenemos que fortalecer las asambleas para la defensa; son nuestra arma más poderosa”, considera el comunero José Cruz. Una manta rechazando la perforación de un pozo en San Pedro da la bienvenida a la segunda delegación más grande del Distrito Federal, que se compone en su totalidad de tierras comunales y ejidales. Milpa Alta cuenta con 28 mil 400 hectáreas de territorio, del que 60 por ciento es zona boscosa, pero carece del total reconocimiento de su propiedad, informa el doctor Francisco Chavira, integrante de la representación de Bienes Comunales de la demarcación: “Desde 1939 estamos buscándolo, pero son cuestiones de intereses porque sí contamos con la documentación”. Los nueve pueblos de la demarcación acusan abandono de la actividad agrícola, la extracción de agua y el robo de madera, pero también cuentan con tradiciones, orgullo y organización comunitaria para su defensa, coinciden Patricia Vázquez y Fidel Ramírez, fotógrafos e integrantes del Consejo del Pueblo de San Pedro Atocpan. Una resolución presidencial de 1952 reconoció solamente 17 mil 950 hectáreas de las 28 mil del territorio de los milpaltenses. Los representantes de los pueblos interpusieron un amparo, que ganaron en 1956 pero que no surtió efecto “por cosas amañadas”, informa el médico Chavira. En 2001, informa, una nueva sentencia limitó el reconocimiento a solamente 17 mil hectáreas. La pelea legal sigue, informa Chavira, y está radicada ya en la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En este territorio zapatista de tradición “e integrante del CNI”, precisan Fidel Ramírez y José Cruz, los pueblos carecen de reconocimiento oficial como tierra comunitaria pero todavía viven bajo sus costumbres. La presión para no reconocer la propiedad comunal, considera Francisco Chavira, está en la presión de los fraccionadores, “que quieren hacerse dueños de la zona de conservación que está en las siete delegaciones”. En esta delegación, de importancia ecológica para el Distrito Federal por su superficie boscosa y de recarga de agua, los problemas más acuciantes son no solamente el despojo de tierras para el crecimiento urbano y el abandono de las actividades agrícolas, sino “las adicciones, la violencia y la desintegración comunitaria , que nos divide y hace que solamente reaccionemos ante problemas fuertes”, resume el comunero José Cruz desde el foro cultural “La Choza”, que espera a que por la tarde un grupo de niños lo limpie y repare. El mole, la tierra y los árboles De los 12 pueblos que constituyen a la Delegación Milpa Alta, 9 son comuneros y 3 ejidales. El despojo, acusan los comuneros, viene poco a poco. Los milpaltenses, reconocen sus habitantes, tienen fama de celosos de su tierra. “Como pueblo, tenemos una historia de que al que llega de fuera lo vemos como hermano, pero pensamos que no va a entender nuestras formas de defender a nuestra tierra, árboles y agua”, señala Cruz. “La gente de fuera ve a la tierra como un negocio. Ven un predio de aquí así, grande, y lo ven como tienda o como casas, lo que quieren es explotarlo”, expone. De tradición agrícola –como su mismo nombre lo recuerda-, Milpa Alta ha desgastado su actividad de cultivo. Los bajos precios de los productos y la falta de incentivos –sale más caro sembrar que lo que se puede obtener, acusan los comuneros- hace que se abandonen las tierras y se busquen otras actividades. En San Pedro Atocpan, famoso por su mole, una gran parte de las familias ahora se dedican a elaborar y comercializar este alimento. “No es que sea malo”, reconoce Cruz, “pero debemos aprender a combinarlo con la agricultura”. En los terrenos de Milpa Alta se ve poco maíz sembrado. Hace 35 años, recuerdan los comuneros, en el área había maíz, frijol, haba y maguey. “Ahora ya casi no porque si siembro maíz y lo quiero vender a la tortillería, me exigen un certificado sanitario. Por eso llega Maseca y se apodera de todo”, ejemplifica Cruz. Domina la producción de nopal, otro de los productos famosos de la delegación, “pero está en crisis porque la gente no ve ganancia real y se desanima”, informa el representante de Bienes Comunales. Chavira apunta que es necesario que se apoye la comercialización de productos de los campesinos. Para Cruz, es urgente que los habitantes de la delegación hagan conciencia de que están perdiendo autosuficiencia alimentaria. El comunero considera que, hablando estrictamente, sí tienen posibilidades de recuperarse, “pues no hemos perdido nuestras tierras y granos, pero hay que empujar a niños y jóvenes a que recuperen la actividad agrícola”. Los aserraderos clandestinos son el otro gran problema que afecta a los nueve pueblos de la delegación, coinciden los entrevistados. En 2010, informa el doctor Francisco Chavira, un fenómeno natural derribó 30 mil árboles. Los comuneros obtuvieron permisos para aprovechar esos árboles caídos a cambio de la reforestación, pero mucha gente siguió con el negocio derribando especies de pie. “Se les salió de control, pero todo eso fueron votos para el delegado”, acusa Ramírez. Vázquez informa que hay cerca de 71 aserraderos, de los cuales las autoridades clausuraron a 17: “La medida fue absurda; les avisaron 15 días antes y la mayoría tomaron sus medidas. Fue un operativo de película, con la policía montada y helicópteros, pero cerraron sólo los más evidentes”. Los otros, señala Cruz, siguen trabajando pero es difícil demostrarlo. Chavira disiente: “Nada de eso existe ya”. Fronteras dentro de la tierra y robo de agua Cuando las comunidades supieron que el proyecto carretero “Arco Sur” atravesará sus tierras, decidieron oponerse pues afectará la vida de los pueblos y del Distrito Federal en su conjunto. El proyecto, señalan, es la punta de lanza para la entrada de grande negocios que se asentarán en la zona. “No habrá suficientes escurrimientos de agua y el DF se hundirá”, considera Cruz. Además, señala, se pondrán barreras a animales y gente. “Nos crean una frontera para irnos desplazando”, indica el médico Chavira. El proyecto afectará a los 20 millones de habitantes del DF, unos más y a otros menos, señalan los comuneros, “y a nosotros nos tocó ser la parte de la fuerza para oponernos y demostrar que mienten”, considera Cruz. Las autoridades negaron la información, acusa, con lo que violan el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo. “Los pueblos logramos pararlo, lo rechazamos en asamblea. Esa es nuestra arma más poderosa”, expone el comunero. “El diputado Martínez logró sacar un acuerdo en la asamblea local para detenerlo, pero no estamos seguros de que los respeten porque debió ser un decreto, al igual que cuando anunciaron el proyecto”, puntualiza Chavira, que marca su cautela “pues hay varios ejemplos en el país” de traición a estos anuncios de paralización de obras. El agua es una de las preocupaciones visibles de los milpaltenses y está en el centro del problema de san Pedro Atocpan en este momento. Patricia Vázquez Martínez, “orgullosamente comunera” e integrante del Consejo de los Pueblos –instancia de enlace con el gobierno que equivale a los Consejos Ciudadanos de las colonias capitalinas- acusa que el 23 de mayo supieron de la pretensión de excavar un pozo en su pueblo. “El 14 de junio se hizo una asamblea y el pueblo le dijo no al pozo. Nos informaron que los beneficiarios serán tres pueblos, en los que no se considera a San Pedro”, informa la comunera desde su estudio de fotografía, en medio del chaparrón que, aseguran, es habitual en estos tiempos. Los integrantes del Consejo del Pueblo están seguros de que el agua del pozo se usará para llevar a la delegación Iztapalapa y ni siquiera para pueblos de Milpa Alta. “Nos lo reconoció un funcionario, lo tenemos registrado, donde dijo que venían acá porque era más fácil perforar aquí a 300 metros que allá a mil 500”, denuncia Ramírez. Los milpaltenses recuerdan que en otras ocasiones ya les engañaron con el uso del agua que brota de sus tierras. “Es una arbitrariedad como con el cerro del Turubiate, donde en meras tierras comunales agarraron la fuente principal con permiso porque dijeron que era para un hospital en Topilejo, pero luego ampliaron el tubo y se la llevan toda para el centro de Tlapan”, aclara Cruz. “Esto también está encaminado al Arco Sur porque vendrán las empresas españolas a instalarse”, denuncia Patricia Vázquez. Ramírez advierte que en el caso del pozo este Consejo del Pueblo no actuará “a modo” de las autoridades y luchará contra las irregularidades. “Cuando se toca el interés de todos, ahí entramos”, señala. El fortalecimiento de las asambleas El volcán Teutli vigila a los milpaltenses. Su función de mirador natural explica por qué el General Emiliano Zapata lo utilizó durante la guerra revolucionaria. En San Pablo Oztotepec se estableció el cuartel zapatista; el 19 de julio de 2013 se cumplieron 99 años de la ratificación del Plan de Ayala en este lugar –durante la que se nombró jefe de la revolución al Caudillo del Sur. En 2001, se ratificaron los acuerdos de Nurío del Congreso Nacional Indígena en el viejo cuartel zapatista, ahora convertido en un museo. Patricia Vázquez afirma categóricamente que no permitirán imposiciones ni del gobierno central ni del delegado. Cruz señala que el camino para fortalecerse ante las amenazas al territorio es recordar las costumbres y tradiciones comunitarias. Uno de los retos más grandes que enfrentan, considera, es recuperar la lengua náhuatl, pues solamente un tres por ciento de habitantes lo habla usualmente, “aunque en los pueblos más lejanos es más”, precisa José Cruz. Cruz insiste en que es prioritario recuperar la actividad agrícola para conservar el territorio y la autosuficiencia.

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